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  • Xabier Zubimendi

Carl Gustav Jung nos habla de cómo afrontar una cuarentena, en su obra "El libro Rojo"

María Esteve nos lee este fragmento

Raúl Mendoza Cánepa nos ofrece el texto de Jung. Carl Gustav Jung era un investigador de la mente y un místico, relacionaba los símbolos con el inconsciente. Fue el que descubrió la existencia del Inconsciente colectivo.

Jugar con símbolos, con sueños, con imágenes puede darnos diversas respuestas. Jung, en su llamado “Libro rojo” (inédito hasta 2009, escrito tras romper con Freud), atribulado por una crisis personal, nos regala diversos símbolos para transformarnos. Crecer o florecer tras una cuarentena, narración que merece leerse con atención:


"—Capitán, el chico está preocupado y muy agitado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto.

—¿Qué te inquieta, chico? ¿No tienes bastante comida? 

—No es eso, Capitán. Me es insoportable no poder bajar a tierra y no abrazar mi familia.

—¿Y si te dejaran bajar y fueras fuente de contagio, soportarías la culpa de infectar a alguien?

—No me lo perdonaría nunca, aún si para mí hubieran creado esta peste.

—¿Pero si no fuese así?

—Entiendo lo que quiere decir, pero me siento privado de mi libertad, Capitán. Me han privado de algo.

—Prívate tú de algo más.

—¿Me está tomando el pelo?

—En absoluto. Si te privas de algo sin responder adecuadamente, has perdido.

—Entonces, según usted, ¿si me quitan algo, para vencer, debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?

—Así es. Lo hice en la cuarentena hace siete años.

—¿Y qué es lo que se quitó?

—Tenía que esperar más de veinte días sobre el barco. Eran meses que llevaba esperando llegar al puerto y gozar de la primavera en tierra. Hubo una epidemia. En Port April nos prohibieron bajar. Los primeros días fueron duros. Me sentía como tú. Luego empecé a reflexionar. Sabía que tras veintiún días se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a los demás. Reflexioné sobre aquellos que tienen muchas privaciones y una vida miserable. Empecé con el alimento. Me impuse comer la mitad de cuanto comía, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles. El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más ideas elevadas y nobles. Me impuse leer al menos una página cada día de un tema que no conocía. Me impuse hacer ejercicios sobre el puente del barco. Un viejo hindú me había dicho años antes que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana. Mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad. La tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias por no haberme dado como destino privaciones serias durante toda mi vida.

El hindú me había aconsejado también adquirir la costumbre de imaginar la luz entrar en mí y hacerme fuerte. Podía funcionar también para la gente querida que estaba lejos y así esta práctica también la integré en mi rutina diaria sobre el barco.

En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que habría hecho una vez bajado a tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera. Todo lo que podemos obtener enseguida, nunca es interesante. La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron (…) ¡Pensar solo en lo que me habían quitado!

—¿Cómo acabó, capitán?

—Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto.

—¿Lo privaron de la primavera, entonces?

—Sí, aquel año me privaron de la primavera, y de mucho más, pero yo había florecido. Me llevé la primavera dentro y nadie nunca pudo quitármela."

Y para concluir, una frase de Carl Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”.

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